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Los perros de Tamayo
Texto por: Juan Carlos Pereda - Subdirector de colecciones
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2 octubre 2020

Las mascotas son parte de nuestras familias y la de Tamayo no fue la excepción. El artista cargado de glorias internacionales, reconocido a nivel mundial, celebridad en el mundo del arte, cuya obra fue analizada por los intelectuales e historiadores del arte más connotados del mundo, ocupaba parte de su jornada diaria en los mimos que prodigaba a Pili y a Pepa, sus dos fieles acompañantes. En realidad, Pili recibía los cuidados de Olga, mientras que Rufino los otorgaba a Pepa; dos ejemplares malteses de pelo largo que siempre lucían limpios y peinados, además de Joaquín, un perro rescatado de la calle, que convivía con las señoritas de la casa. Desde que su trashumancia entre Nueva York y París se los permitió, los Tamayo integraron una o varias mascotas a su entorno familiar, entre estos, los perros fueron privilegiados. A falta de hijos, los animales ocuparon un lugar especial en las vidas y el entorno de los Tamayo. Antes, recién habían contraído matrimonio, cuando la pareja se radicó en México, ellos cuidaban a un primer perro al que llamaron Mingo, luego fue Roro, luego una larga pausa, sin ellos u otros.

Rufino Tamayo
Boceto para el óleo ladrándole a la luna, 1942
Grafito sobre papel
Colección Ferrer

Los animales, pero sobre todo los perros, fueron para el pintor de Oaxaca motivo de inspiración: El bestiario en la pintura de Tamayo no es extenso, pero sí propositivo y novedoso. Desde muy pronto aparecieron imágenes de perros en su obra. Al principio como parte de las composiciones, más adelante, los canes se llenaron de valores simbólicos y heráldicos, se constituyeron en metáforas plásticas de la condición humana, sirvieron como punto de partida para la invención y síntesis de complejidades estéticas sin precedente y se tiñeron de colores exquisitos. Así ocurre con los perros más famosos del arte mexicano: los que protagonizan el lienzo titulado Animales de 1941, que forma parte parte de la colección del MoMA. 

Rufino Tamayo
Animales, 1941

Y otro, no menos famoso, es el sombrío Perro aullando, 1942, que hasta hace poco tiempo perteneció a diferentes colecciones privadas de gran importancia; estos perros que aparecen en esos lienzos, al igual que Perro y serpiente, Perra rabiosa y Dos Perros, son poderosas metáforas plásticas de la violencia humana y de la devastación espiritual del hombre moderno, que causó la guerra. Los perros de esta etapa en la pintura de Tamayo, simbolizan la metamorfosis de la humanidad durante ese periodo obscuro y conflictivo, en que se han tornado de seres domesticados a depredadores solitarios y violentos.

Rufino Tamayo
Perro aullando, 1973
Litografía
Colección Ferrer

Más adelante, los canes se volvieron seres apacibles y amables, de singular belleza, algunos de los perros que aparecen en su obras gráficas, son primorosas mascotas que prodigan compañía, que al sólo verlos, despiertan empatía: son bellos y graciosos, otros despliegan diferente vía de enlace con el espectador, pues poseen cualidades de exotismo y singularidades caprichosas que los hacen nuevamente únicos en el arte mexicano.

Rufino Tamayo
Chacal, 1973
Litografía
Colección Ferrer

Una mirada por entre los perros de Tamayo, nos permitirán tener un encuentro con el artista humano y sensible, que supo aquilatar la presencia de esos seres benéficos para el hombre, cuya relación actualizó transformándola en imágenes vivas para su arte, que refrendan el hecho que existe desde los principios de la civilización: ha sido el mejor amigo del hombre. ·