Nido Tarik Kiswanson

Nest Tarik Kiswanson

Nido
Nest
Tarik Kiswanson
04 ABR 2023 - 18 JUN 2023
Curaduría: Magalí Arriola
→ Patio
¡HOY!
La obra de Tarik Kiswanson (Halmstad, Suecia, 1986) explora los momentos y espacios de transición que suelen marcar una vida: el paso de la infancia a la adolescencia, el desplazamiento de un contexto a otro, la fluctuación de los territorios y de las fronteras geopolíticas, así como aquellos fenómenos transformativos como el nomadismo, la diáspora y la migración.
Nido reúne un conjunto de piezas que establecen un diálogo con la arquitectura del museo, con sus fuentes de iluminación, sus umbrales y vestíbulos. La práctica del artista, en esencia participativa, también busca construir puentes metafóricos entre la obra y el espectador al activar —y fracturar— la superficie reflejante de sus esculturas para abordar nociones como la singularidad y el desprendimiento.
Su trabajo ha estado profundamente marcado por su condición multicultural, es hijo de una familia emigrada de Palestina a Suecia, pasó gran parte de su juventud en Londres y hoy en día está radicado en París. En esta conversación con la curadora profundiza en la idea de una identidad fluida y en la necesidad de encontrar lo que se ha perdido.


Tanto en la forma como en el concepto, tu práctica se adhiere a la “poética de la relación”, tal como lo expresó Édouard Glissant en sus poemas y ensayos. Esta fijación se puede relacionar con tu propia experiencia como hijo de padres que migraron de Palestina a Suecia, junto con otras experiencias de transiciones en el sentido personal y cultural. Tu trabajo en sí tiene una condición interdisciplinaria que lo hace viajar de la escritura a la escultura al acto de performance. ¿Cómo crees que operan relacionalmente la poética y la ética de pensar y actuar en tu proceso al moverte de un medio al otro?

Con frecuencia uso la palabra cosmología para referirme a las diferentes familias de obra. Como para decir que un trabajo único no es una idea fija o aislada, sino que existe siempre en relación a otras obras. No me siento limitado a una técnica o a un medio en específico; no es la selección de técnica lo que me preocupa sino cómo puedo ensamblar ideas en el espacio. No intento trabajar de manera “transdisciplinaria”, más bien los temas que yacen al centro de mi obra me mueven en diferentes direcciones.

Aunque mi arte y mi escritura no coexisten en el sentido literal, ambos son muy importantes para mí. Cuando era estudiante sentí la necesidad de hacer arte porque las palabras me resultaban insuficientes, sentía que con el arte podía llegar a profundidades que eran inalcanzables sólo con palabras. Este es el mismo periodo en el que encontré el trabajo de Glissant. Muchas de las palabras que emplea para hablar del mundo, palabras como opacidad, transparencia, tejido o tremor tuvieron un efecto visceral en mí, particularmente en mi trabajo escultórico. La idea de tejido no fue sólo una metáfora para pensar en el mundo, sino que resonó profundamente también con mi propia condición, mi realidad y mi existencia. Creo que cuando no tenemos fronteras en nuestro pensamiento, cuando nos guiamos no por el medio sino por nuestra experiencia de vida, abrimos la posibilidad de crear un nuevo lenguaje. Es inevitable que este lenguaje tenga muchas capas.

Más allá de pensar en la identidad como algo fijo, a ti te interesa articular una “política de la identidad fluida” alimentada constantemente por colisiones personales, culturales y políticas. ¿Cuál dirías que es el papel de la percepción aquí? Y, ¿por qué crees que las artes plásticas son un espacio fértil para esta exploración (si así lo crees)?

Me incomoda la manera en la que comúnmente reducimos a la gente a su nacionalidad, su género y su raza. Ciertamente, porque no siento que mi propia existencia se pueda resumir a una simple definición. A mí me han formado muchas cosas que se contradicen entre ellas. Creo que el ser de una persona es un ente muy inestable, siempre sujeto al cambio y a la redefinición. Estamos en un estado constante de metamorfosis. Nos relacionamos el uno con el otro pero también nos relacionamos con el tiempo. Intentamos entender de dónde venimos en base a nuestro pasado, mientras que el presente no deja de modificarnos. Esta inestabilidad de nuestro ser es algo a lo que siempre regreso en mi escritura y en mi trabajo como artista.

Como ya lo mencioné, Glissant usa palabras muy formales, palabras que siempre se relacionan con la percepción, para hablar de la identidad y del mundo. Esto fue algo que traje conmigo a la escultura. En mi obra el cuerpo nunca aparece completo, sino difuso, fragmentado, quebrado o incluso elevado. Estamos siempre incompletos, siempre a medio hacer. Intento crear obra que refleje esto.

En mis obras de metal, todo se termina volviendo parte de la pieza: el espectador que mira la obra, la arquitectura que la rodea y la luz cambiante del día transforman continuamente la obra, que existe únicamente en relación a lo que la rodea. Dentro de una escultura Father Form (Forma paterna) nos vemos reflejados infinitamente y, cuando se activa, el límite entre la pieza y nuestro propio cuerpo se desdibuja.

Entrando en una cuestión de la forma, creo que hay una cierta ambivalencia en la parte tangible de tus piezas. Por un lado, se muestran como si fueran simples, reducidas a las formas y elementos más esenciales. Por otro lado, parecería que tienen una cierta porosidad inminente; por ejemplo, sus filos nunca están muy definidos contra el espacio que los rodea. ¿Cómo crees que se relacionan la simplicidad y la complejidad?

Con un lenguaje llano intento obtener una condición de apertura, de algo vasto. Pienso en cómo una sola forma, como la de nuestro cuerpo, puede habitar en múltiples niveles. Intento crear obras que se resistan a las categorías simples. Formas que no tienen un destino final o una definición cerrada, pero que están en tránsito constante. Pienso en cómo, dentro de una misma forma reducida, se mueven múltiples referencias y cómo esto da lugar a muchas interpretaciones diferentes. Lo que me interesa son los efectos que esto tiene en la percepción. Cómo la escultura puede alterar nuestra relación con el mundo y con nuestros propios cuerpos.

Parece que en tu práctica hay una búsqueda constante —a veces literal, a veces metafórica, a veces ambas— de la forma original: la semilla, el capullo, la esencia, el punto cero. A pesar de esto, parece que piensas en el origen más como un vaso, un contenedor a través del cual habitamos un mundo de “diferencia infinita”, más que como un punto particular en el espacio y el tiempo. ¿Crees que puedas ahondar en esta idea?

El arte y la vida no son dos entidades separadas, y lo que ves en mi arte es el resultado de mi propia trayectoria, mi propia condición multicultural. Opero en un área gris que se sitúa entre la sociedad occidental en la que nací y la cultura que llevo dentro de mí, heredada de mis padres. La cuestión de la pérdida siempre ha sido una fuerza importante dentro de mi obra. Pienso en palabras como desarraigo o pérdida de memoria. Aunque la palabra inevitablemente nos remite a ideas de dolor, también nos habla de la necesidad de regeneración: de tal vez encontrar lo que se ha perdido y, si es posible, reconstruir. Por eso es que el tema del renacer es tan importante para mí. Pienso en este concepto a través del prisma de la migración. Pienso en mi propia condición y en la de mis padres. Es a través del vacío de la pérdida que yo navego y creo mi obra.

La idea no es “buscar la fuente original”. Al contrario: es hacer evidente la imposibilidad de una fuente original común. Crear una obra que sea “transparente”, que levite sobre o debajo de las definiciones simples. La escultura Nest, se mueve, como tú lo mencionas, entre varias posibles interpretaciones. Contiene muchas ideas diferentes y debe seguir haciéndolo.

The work of Tarik Kiswanson (Halmstad, Sweden, 1986) explores moments and spaces of transition that often become milestones in human lives: the passage from childhood to adolescence, the displacement from one context to another, the fluctuation of territories and geopolitical borders, as well as transformative phenomena such as nomadism, diaspora and migration.
Nest brings together a series of pieces that engage in dialogue with the architecture of the museum, with its lighting and its vestibules and thresholds. Essentially participatory, the artist’s practice also seeks to build metaphorical bridges between the work and the spectator by activating—and fracturing—the reflective surface of his sculptures to tackle notions such as selfhood and detachment.

In both form and concept, your practice adheres to the “poetics of relation” as Édouard Glissant expressed in his poems and essays. This fixation can be traced back to your own experience as the son of parents who emigrated from Palestine to Sweden, as well as other experiences of transition in a personal and cultural sense.
Your work in itself has a transdisciplinary quality where you travel from the written word, to the sculpted piece and the act of performance. How do you think that the poetics and ethics of thinking and acting relationally operate in your process as you move from one medium to another?

I often use the word cosmology to speak of my different families of works. As to say that a single work isn’t a fixed or isolated idea but always exist in relation to other works. I don’t feel limited to one specific medium, because it isn’t the choice of medium itself that I am concerned with but rather how ideas can assemble in space. I don’t strive to work in a “transdisciplinary” way, its rather the subjects that lay at the heart of my practice that move me in different directions. 

Though my art and writing do not co-exist together in a literal sense, they are both very important to me. As a student I felt the need to make art because words seemed insufficient, I felt that through art I could reach depths impossible to attain with words. This was also the period I discovered the work of Glissant. Many of the words he employs to speak of the world like opacity, transparency, weave, or trembling had a very visceral effect on me and particularly on my work in sculpture. The idea of the weave was not just a metaphor to think of the world, but the word also resonated profoundly with my own condition, my own reality and existence. I do think that when we are borderless in our thinking, when guided not by the medium itself but by our experience of living, new language is possible. This language inevitably carries many layers.

Rather than conceiving identity as something static, you are interested in articulating a fluid ‘politics of identity’ that personal, cultural, and political collisions are constantly feeding. What would you say is the role of perception here? And why do you think the visual arts are a fertile space for this exploration (if you do)?

The way we often reduce people to nationality, community, gender, and race often makes me feel uncomfortable. Certainly, because I feel like my own existence cannot be resumed to one simple definition. I have been shaped by many contradictory things. I see the self as a highly unstable entity, always subject to change and redefinition. We are in constant states of metamorphosis. We live in relation to each other but also in relation to time. While we try to understand where we come from by looking to the past, the present constantly reshape us. This instability of the self is something I constantly come back to in my writing and my work as an artist. 

As I mentioned earlier, Glissant uses very formal words, always linked to perception, to speak of identity and the world. This was something I also took with me into sculpture. In my work the body is never complete but blurred, fragmented, shattered even elevated. We are constantly incomplete, always in the making. I try to make work that reflect this. 

In my metal works everything becomes part of the artwork: the spectator looking at the work, the surrounding architecture and the everchanging light of the day constantly transform the work which exists only in relation to everything that surrounds it. 

Inside a Father Form we see ourselves reflected infinitely, and when activated the border between our own body and work becomes a blur.

Delving into a question on form, think there is a certain ambivalence in the tangible nature of your pieces. On the one hand, they show themselves as simple, reduced to the most essential forms and elements; while, on the other hand, there appears to be an imminent porosity to them, for example their edges were never clearly defined from the space that surrounds them. How do you think that simplicity and complexity relate to each other?

Through sparse language I try to obtain an openness, something vast. I think of how the one and same form, like our bodies, can inhabit a multitude of layers. To create works that resist simple categorization. Forms that have no final destination nor a closed definition but are constantly in transit. I think of how a multitude of reference move inside the same reduced form and how this gives birth to many different interpretations. It’s the perceptive effects that interest me. How sculpture can alter our relationship to the world and to our own bodies. 

There seems to be a constant search in your practice -sometimes literal, sometimes metaphorical, sometimes both- for the original source: the seed, the cocoon, the essence, the point zero. Nonetheless, rather than identifying this origin as a particular point in time and space, you seem to conceive the origin as a vessel through which we dwell in a word of ‘infinite difference’. Could you expand on this idea?

Art and life are not two separate entities, what you see in my art is the result of my own trajectory, my own multicultural condition. I operate in a grey zone, somewhere in between the western society I was born into and the culture I carry within myself, passed on to me by my parents. The question of loss has always been a driving force in my work. I think of words like rootlessness or memory loss. Though the word inevitably relates to notions of pain, it also speaks of the necessity to regenerate: To possibly find what’s been lost and if impossible, rebuild. This is why the subject of rebirth is so important to me. I think of this notion through the prism of migration. I think of my own condition and that of my parents. It is through the void produced by loss that I navigate and create work.  

The idea is not to “search for an original source.” It’s quite the contrary: make evident the impossibility of one common original source. To create a body of work that is “transparent”, levitating above or below simple definitions. The sculpture Nest moves, as you mention, between many different interpretations. It hosts many different ideas and must carry on doing so.